A los 18 años, casi un cuarto de las chicas ha tomado AHS en los últimos doce meses, por "solo" un 12% de los chicos
Además del factor "género", el auge en el consumo de AHS puede deberse a la falta de psicólogos clínicos, la disminucón de las interacciones cara a cara o el auge del "discurso terapéutico" en las redes sociales
El consumo de esteroides, antes acotado a atletas de élite o 'bodybuilders', se ha ido popularizando: el crecimiento de la "dismorfia muscular" y de los entrenamientos de resistencia, posibles factores explicativos
Sin embargo, y pese a que ésta última sigue siendo la sustancia más consumida, lo cierto es que los ansiolíticos e hipnosedantes (AHS) se han situado casi en su mismo nivel, e incluso lo rebasan en el caso de las chicas. En cuanto a los hombres, algunos estudios señalan un progresivo aumento en el uso de esteroides anabolizantes, que están aprobados en el tramiento de trastornos hormonales pero que se emplean fundamentalmente para "construir" cuerpos musculados. Ambas tendencias apuntan a una progresiva -y peligrosa- "medicalización" de la vida cotidiana de la juventud.
- Casi un cuarto de las chicas de 18 años.
Pero primero los datos. Sin duda, el fenómeno más preocupante es el de los AHS. Tanto el significativo aumento de su consumo durante la última década como su mayor prevalencia entre las mujeres son fenómenos internacionales, aunque especialmente observables en los países occidentales. Este incremento ha ido unido al empeoramiento de la salud mental entre los jóvenes.
La brecha por sexo en el consumo aparecía ya en la primera edición del informe a finales del siglo XX, pero se ensanchó especialmente entre 2006 y 2012 y, más bruscamente aún, desde 2019 a 2023, dos periodos caracterizados por la crisis económica y la pandemia de coronavirus, respectivamente, lo que podría indicar un mayor riesgo de consumo femenino en momentos de vulnerabilidad social. En la última encuesta, de 2025, se aprecia un descenso en la prevalencia, más pronunciado en mujeres que en hombres.
- ¿Machismo farmacológico?
Algunos estudios que han analizado esta brecha de género la atribuyen en parte al "androcentrismo" de la sociedad y de los profesionales de la salud mental, y no solo a la peor salud mental entre las jóvenes. Por un lado, argumentan los autores de una investigación (1) publicada en 2023 en la 'Revista española de salud pública', la socialización de las mujeres en las sociedades patriarcales fomenta en ellas valores de dependencia respecto del varón. También los psicólogos y psiquiatras operan según una lógica "androcentrista", al patologizar y "farmacologizar" el malestar femenino más que el del hombre, en quien tiende a buscarse más bien una causa biológica para sus problemas de salud mental.
Otro estudio, basado en 12 entrevistas a psicólogos y psiquiatras (11 de ellas, mujeres) apunta en la misma dirección (2): "La identidad femenina normativa [...] ha generado 'subjetividades enfermantes', que derivan en falta de autonomía, de autoestima y en sentimientos de culpa en la gestión de las relaciones cotidianas". Por otro lado, "la expresión de síntomas y el consiguiente diagnóstico proporcionan una cierta legitimación a un sufrimiento que se deriva, en gran parte de los casos, del escaso reconocimiento social y familiar del trabajo reproductivo y de cuidados".
Estos argumentos tienen una cierta lógica interna, y lo del "trabajo reproductivo y de cuidados" cuadra con que la tasa de consumo de AHS entre mujeres vaya creciendo con la edad. No obstante, algunos estudios (3) han señalado que la maternidad es un factor protector de la salud mental, y no al contrario.
- Redes sociales, falta de psicólogos y erosión de la comunidad.
Más allá de las explicaciones basadas en el género, la literatura científica sobre el tema añade otros posibles factores que influirían en el incremento del consumo de AHS.
Por ejemplo, se ha documentado que este es mayor en hijas de mujeres con bajo nivel de estudios. Esta relación se suele explicar por la peor salud mental de la madre en estas situaciones, que genera un patrón de consumo que se "contagia" fácilmente a las hijas (en los varones la influencia es mucho menor).
También se suele aludir, en el caso concreto de España, a la falta de psicólogos clínicos (hay, aproximadamente, seis por cada 100.000 habitantes, cuando la media europea supera los 15). Ante las demoras en la atención que provoca esta escasez, psiquiatras y farmacéuticos tienden a "sobremedicalizar" los problemas psicológicos que deberían abordarse, si hubiera tiempo y personal suficiente, en la consulta del psicólogo.
También se ha hecho referencia al papel que juegan las redes sociales. Por un lado, creando un clima de emulación y competitividad entre las jóvenes -también entre ellos, como veremos- en cuanto al atractivo físico o "social". Por otro, al servir de canal para la difusión y el contagio de un "lenguaje terapéutico" en la conversación sobre salud mental -"yo tengo apego ansioso evitativo", "lo mío seguro que es TOC"- que patologiza lo que muchas veces no son más que rasgos del carácter. En estas situaciones, los AHS ofrecen una solución rápida y al alcance de la mano (sobre todo si el médico no se pone "demasiado exigente").
Otra explicación al auge de los AHS entre las jóvenes se ha buscado en la erosión de los vínculos comunitarios, en parte por el progresivo descenso de los contactos "cara a cara" (4). Como señalaba recientemente un informe de la OCDE, las personas de menos de 25 años son las que más relaciones de este tipo han perdido en la última década. ¿Y por qué esto afecta más a las chicas, cuando los datos de ese mismo estudio señalan que ambos sexos están muy parejos en cuanto a la frecuencia de las relaciones sociales y a la cantidad de amigos cercanos? El propio estudio de la OCDE, recogiendo otras investigaciones, ofrece una respuesta: incluso en igualdad de circunstancias objetivas, las mujeres tienden a valorar peor su salud física y psicológica.
- Esteroides: de extravagancia a moda.
Frente al consumo de AHS, el de esteroides (que habitualmente consisten en variaciones sintéticas de la testosterona, la principal hormona sexual masculina) es de mucha menor entidad, al menos por ahora. En este caso, el usuario habitual es mayoritariamente un chico en la veintena, aunque cada vez más se recurre a ellos incluso pasados los 40. Este patrón de consumo más tardío hace que en ESTUDES (que se centra en estudiantes de enseñanzas secundarias), la tasa de prevalencia sea muy baja: en el último año solo los ha tomado un 0,5% de la población entre 14 y 18 años. En esas magnitudes, las diferencias entre chicos y chicas son poco significativas.
Sin embargo, con la edad el consumo crece. Según un metaanálisis (5) de 2018, la prevalencia a nivel internacional era del 3,3% con una importante diferencia por sexo: 6,7% en hombres y 1,6% en mujeres. Como estas pastillas o inyecciones se consumen especialmente entre los 20 y los 30 años, es de esperar -no existen datos que lo confirmen- que la prevalencia sea significativamente mayor en esas edades.
Lo que en su momento (años 70 y 80) fue un consumo prácticamente acotado a grupos muy minoritarios, como atletas de élite y 'bodybuilders' profesionales, ha ido convirtiéndose en un recurso cada vez más frecuente. Hasta el punto de que algunos estudiosos ya hablan de un problema de salud pública (6). Una amenaza, además, difícil de atajar, en la medida en que buena parte de la venta de estos productos se lleva a cabo de forma ilegal a través de páginas web accesibles a cualquier persona. Y peligrosa, pues, según un estudio realizado en Valencia, los consumidores de esteroides tienen más probabilidades de tomar también otras drogas (7) y de sufrir problemas (8) cardiovasculares, hepáticos... y psiquiátricos.
- Los gimnasios, el epicentro; las redes, el altavoz.
Aunque es difícil establecer correlaciones, y menos una relación de causa-efecto, no es descabellado asociar el uso de estos productos al aumento entre los jóvenes de la llamada "dismorfia muscular" (9), más conocida como vigorexia: la obsesión patológica por moldear la musculatura, basada en la sensación de que esta "no está a la altura".
Tampoco es especialmente arriesgado suponer que en este incremento de la vigorexia tiene algo -o mucho- que ver el bombardeo de mensajes en redes sociales que promueven este estilo de vida, cuando no directamente el uso de esteroides. Según cuenta 'The Guardian', entre 2022 y 2024, y solo en Estados Unidos, hubo más de 580 millones de reproducciones (10) de vídeos etiquetados con 'hashtags' de este tipo; el 75% de ellas se debieron a usuarios entre 18 y 24 años.
Fuera del espacio virtual, los gimnasios son el epicentro en la extensión de los esteroides. Siempre lo han sido, en realidad. Lo novedoso es que lo que antes se comentaba solo en locales especializados para culturistas, ahora se habla con naturalidad en el gimnasio del barrio. Algunas investigaciones asocian el aumento en el consumo de esteroides al auge de los "entrenamientos de resistencia" (11), que se han popularizado desde la pandemia. Por ejemplo, el metaanálisis citado anteriormente señalaba tasas de prevalencia de hasta un 30% entre hombres polacos que eran usuarios habituales de gimnasios (una cifra mayor a la de los atletas profesionales encuestados para ese mismo estudio).
Otras investigaciones apuntan que el consumo de batidos proteínicos -muchas veces vendidos en forma de polvos- actúa como puerta de entrada al de esteroides. En concreto, una investigación señala que tomar regularmente ese tipo de productos durante la adolescencia aumenta entre dos y cinco veces (12) la probabilidad de incurrir en lo segundo unos años más tarde.
Como en el caso de los hipnosedantes y los ansiolíticos, tampoco en el auge de los esteroides falta una explicación basada en la teoría de género. Según ella, la obsesión por el cuerpo entre los hombres es resultado de la pérdida de poder masculino en las sociedades modernas, tanto a nivel simbólico como real; eso estaría llevando, especialmente a los más jóvenes, a reforzar los rasgos tradicionalmente asociados a la masculinidad. No obstante, frente a esta teoría cabe señalar que, según algunas investigaciones, el consumo de esteroides es bastante más alto (13) entre los hombres gais que entre los heterosexuales, lo que no cuadra del todo con lo de la masculinidad heteronormativa.
Sea como fuere, la subida en el consumo de AHS por parte de las chicas y de esteroides entre los chicos deja una recomendación común: conviene "desmedicalizar" y también desdramatizar la vida cotidiana de los jóvenes, empezando por las redes sociales.
(Notas):
(1) https://ojs.sanidad.gob.es/index.php/resp/article/view/173/298
(2) https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0212656722000981
(3) https://www.researchgate.net/publication/232898302_Motherhood_Is_it_good_for_women's_mental_health
(4) https://www.aceprensa.com/sociedad/las-muchas-caras-de-la-soledad-en-el-siglo-xxi/
(5) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29369917/
(6) https://www.emerald.com/books/edited-volume/11702/chapter-abstract/81622091/The-Use-of-Anabolic-Androgenic-Steroids-as-a?redirectedFrom=fulltext
(7) https://ojs.haaj.org/?journal=haaj&page=article&op=view&path%5B%5D=423&path%5B%5D=pdf
(8) https://academic.oup.com/jcem/article/104/4/1069/5096841
(9) https://www.cbc.ca/news/health/anabolic-steroid-use-male-body-dysmorphia-1.7428819
(10) https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2024/dec/28/why-are-my-biceps-so-small-the-boys-and-young-men-turning-to-steroids
(11) https://bmcpublichealth.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12889-024-18292-5
(12) https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC8987401/
(13) https://www.upi.com/Health_News/2014/02/03/Gay-and-bisexual-teenage-boys-more-likely-to-abuse-steroids/UPI-43301391479410/?spt=rln&or=1
(Fernando Rodríguez-Borlado, Aceprensa, 25-11-25)
Además del factor "género", el auge en el consumo de AHS puede deberse a la falta de psicólogos clínicos, la disminucón de las interacciones cara a cara o el auge del "discurso terapéutico" en las redes sociales
El consumo de esteroides, antes acotado a atletas de élite o 'bodybuilders', se ha ido popularizando: el crecimiento de la "dismorfia muscular" y de los entrenamientos de resistencia, posibles factores explicativos
Cuando se piensa en el consumo de "sustancias" por parte de la juventud, lo que suele venir a la cabeza son algunas drogas "duras" asociadas a la fiesta, como la cocaína o las metanfetaminas, o el cannabis, bastante más normalizado e igualmente de uso recreativo.
Sin embargo, y pese a que ésta última sigue siendo la sustancia más consumida, lo cierto es que los ansiolíticos e hipnosedantes (AHS) se han situado casi en su mismo nivel, e incluso lo rebasan en el caso de las chicas. En cuanto a los hombres, algunos estudios señalan un progresivo aumento en el uso de esteroides anabolizantes, que están aprobados en el tramiento de trastornos hormonales pero que se emplean fundamentalmente para "construir" cuerpos musculados. Ambas tendencias apuntan a una progresiva -y peligrosa- "medicalización" de la vida cotidiana de la juventud.
- Casi un cuarto de las chicas de 18 años.
Pero primero los datos. Sin duda, el fenómeno más preocupante es el de los AHS. Tanto el significativo aumento de su consumo durante la última década como su mayor prevalencia entre las mujeres son fenómenos internacionales, aunque especialmente observables en los países occidentales. Este incremento ha ido unido al empeoramiento de la salud mental entre los jóvenes.
España es uno de los países con mayor tasa de consumo. Según la última edición del informe ESTUDES (acrónimo de 'Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España'), un 13% de los jóvenes de entre 14 y 18 años han tomado este tipo de medicamentos en el último año. La diferencia por sexo es clara ya en la primera adolescencia, y aumenta con la edad: a los 18, la tasa llega al 23% en ellas, por "solo" un 12% en ellos; una de cada seis chicas los ha consumido en el último mes. Para hacerse una idea, la prevalencia es solo un poco inferior a la del cannabis entre los chicos de esa misma edad y en ese mismo periodo de tiempo, y claramente superior a la de las chicas. Además, la proporción de los que los han tomado sin receta es también más alta entre ellas.
La brecha por sexo en el consumo aparecía ya en la primera edición del informe a finales del siglo XX, pero se ensanchó especialmente entre 2006 y 2012 y, más bruscamente aún, desde 2019 a 2023, dos periodos caracterizados por la crisis económica y la pandemia de coronavirus, respectivamente, lo que podría indicar un mayor riesgo de consumo femenino en momentos de vulnerabilidad social. En la última encuesta, de 2025, se aprecia un descenso en la prevalencia, más pronunciado en mujeres que en hombres.
- ¿Machismo farmacológico?
Algunos estudios que han analizado esta brecha de género la atribuyen en parte al "androcentrismo" de la sociedad y de los profesionales de la salud mental, y no solo a la peor salud mental entre las jóvenes. Por un lado, argumentan los autores de una investigación (1) publicada en 2023 en la 'Revista española de salud pública', la socialización de las mujeres en las sociedades patriarcales fomenta en ellas valores de dependencia respecto del varón. También los psicólogos y psiquiatras operan según una lógica "androcentrista", al patologizar y "farmacologizar" el malestar femenino más que el del hombre, en quien tiende a buscarse más bien una causa biológica para sus problemas de salud mental.
Otro estudio, basado en 12 entrevistas a psicólogos y psiquiatras (11 de ellas, mujeres) apunta en la misma dirección (2): "La identidad femenina normativa [...] ha generado 'subjetividades enfermantes', que derivan en falta de autonomía, de autoestima y en sentimientos de culpa en la gestión de las relaciones cotidianas". Por otro lado, "la expresión de síntomas y el consiguiente diagnóstico proporcionan una cierta legitimación a un sufrimiento que se deriva, en gran parte de los casos, del escaso reconocimiento social y familiar del trabajo reproductivo y de cuidados".
Estos argumentos tienen una cierta lógica interna, y lo del "trabajo reproductivo y de cuidados" cuadra con que la tasa de consumo de AHS entre mujeres vaya creciendo con la edad. No obstante, algunos estudios (3) han señalado que la maternidad es un factor protector de la salud mental, y no al contrario.
- Redes sociales, falta de psicólogos y erosión de la comunidad.
Más allá de las explicaciones basadas en el género, la literatura científica sobre el tema añade otros posibles factores que influirían en el incremento del consumo de AHS.
Por ejemplo, se ha documentado que este es mayor en hijas de mujeres con bajo nivel de estudios. Esta relación se suele explicar por la peor salud mental de la madre en estas situaciones, que genera un patrón de consumo que se "contagia" fácilmente a las hijas (en los varones la influencia es mucho menor).
También se suele aludir, en el caso concreto de España, a la falta de psicólogos clínicos (hay, aproximadamente, seis por cada 100.000 habitantes, cuando la media europea supera los 15). Ante las demoras en la atención que provoca esta escasez, psiquiatras y farmacéuticos tienden a "sobremedicalizar" los problemas psicológicos que deberían abordarse, si hubiera tiempo y personal suficiente, en la consulta del psicólogo.
También se ha hecho referencia al papel que juegan las redes sociales. Por un lado, creando un clima de emulación y competitividad entre las jóvenes -también entre ellos, como veremos- en cuanto al atractivo físico o "social". Por otro, al servir de canal para la difusión y el contagio de un "lenguaje terapéutico" en la conversación sobre salud mental -"yo tengo apego ansioso evitativo", "lo mío seguro que es TOC"- que patologiza lo que muchas veces no son más que rasgos del carácter. En estas situaciones, los AHS ofrecen una solución rápida y al alcance de la mano (sobre todo si el médico no se pone "demasiado exigente").
Otra explicación al auge de los AHS entre las jóvenes se ha buscado en la erosión de los vínculos comunitarios, en parte por el progresivo descenso de los contactos "cara a cara" (4). Como señalaba recientemente un informe de la OCDE, las personas de menos de 25 años son las que más relaciones de este tipo han perdido en la última década. ¿Y por qué esto afecta más a las chicas, cuando los datos de ese mismo estudio señalan que ambos sexos están muy parejos en cuanto a la frecuencia de las relaciones sociales y a la cantidad de amigos cercanos? El propio estudio de la OCDE, recogiendo otras investigaciones, ofrece una respuesta: incluso en igualdad de circunstancias objetivas, las mujeres tienden a valorar peor su salud física y psicológica.
- Esteroides: de extravagancia a moda.
Frente al consumo de AHS, el de esteroides (que habitualmente consisten en variaciones sintéticas de la testosterona, la principal hormona sexual masculina) es de mucha menor entidad, al menos por ahora. En este caso, el usuario habitual es mayoritariamente un chico en la veintena, aunque cada vez más se recurre a ellos incluso pasados los 40. Este patrón de consumo más tardío hace que en ESTUDES (que se centra en estudiantes de enseñanzas secundarias), la tasa de prevalencia sea muy baja: en el último año solo los ha tomado un 0,5% de la población entre 14 y 18 años. En esas magnitudes, las diferencias entre chicos y chicas son poco significativas.
Sin embargo, con la edad el consumo crece. Según un metaanálisis (5) de 2018, la prevalencia a nivel internacional era del 3,3% con una importante diferencia por sexo: 6,7% en hombres y 1,6% en mujeres. Como estas pastillas o inyecciones se consumen especialmente entre los 20 y los 30 años, es de esperar -no existen datos que lo confirmen- que la prevalencia sea significativamente mayor en esas edades.
Lo que en su momento (años 70 y 80) fue un consumo prácticamente acotado a grupos muy minoritarios, como atletas de élite y 'bodybuilders' profesionales, ha ido convirtiéndose en un recurso cada vez más frecuente. Hasta el punto de que algunos estudiosos ya hablan de un problema de salud pública (6). Una amenaza, además, difícil de atajar, en la medida en que buena parte de la venta de estos productos se lleva a cabo de forma ilegal a través de páginas web accesibles a cualquier persona. Y peligrosa, pues, según un estudio realizado en Valencia, los consumidores de esteroides tienen más probabilidades de tomar también otras drogas (7) y de sufrir problemas (8) cardiovasculares, hepáticos... y psiquiátricos.
- Los gimnasios, el epicentro; las redes, el altavoz.
Aunque es difícil establecer correlaciones, y menos una relación de causa-efecto, no es descabellado asociar el uso de estos productos al aumento entre los jóvenes de la llamada "dismorfia muscular" (9), más conocida como vigorexia: la obsesión patológica por moldear la musculatura, basada en la sensación de que esta "no está a la altura".
Tampoco es especialmente arriesgado suponer que en este incremento de la vigorexia tiene algo -o mucho- que ver el bombardeo de mensajes en redes sociales que promueven este estilo de vida, cuando no directamente el uso de esteroides. Según cuenta 'The Guardian', entre 2022 y 2024, y solo en Estados Unidos, hubo más de 580 millones de reproducciones (10) de vídeos etiquetados con 'hashtags' de este tipo; el 75% de ellas se debieron a usuarios entre 18 y 24 años.
Fuera del espacio virtual, los gimnasios son el epicentro en la extensión de los esteroides. Siempre lo han sido, en realidad. Lo novedoso es que lo que antes se comentaba solo en locales especializados para culturistas, ahora se habla con naturalidad en el gimnasio del barrio. Algunas investigaciones asocian el aumento en el consumo de esteroides al auge de los "entrenamientos de resistencia" (11), que se han popularizado desde la pandemia. Por ejemplo, el metaanálisis citado anteriormente señalaba tasas de prevalencia de hasta un 30% entre hombres polacos que eran usuarios habituales de gimnasios (una cifra mayor a la de los atletas profesionales encuestados para ese mismo estudio).
Otras investigaciones apuntan que el consumo de batidos proteínicos -muchas veces vendidos en forma de polvos- actúa como puerta de entrada al de esteroides. En concreto, una investigación señala que tomar regularmente ese tipo de productos durante la adolescencia aumenta entre dos y cinco veces (12) la probabilidad de incurrir en lo segundo unos años más tarde.
Como en el caso de los hipnosedantes y los ansiolíticos, tampoco en el auge de los esteroides falta una explicación basada en la teoría de género. Según ella, la obsesión por el cuerpo entre los hombres es resultado de la pérdida de poder masculino en las sociedades modernas, tanto a nivel simbólico como real; eso estaría llevando, especialmente a los más jóvenes, a reforzar los rasgos tradicionalmente asociados a la masculinidad. No obstante, frente a esta teoría cabe señalar que, según algunas investigaciones, el consumo de esteroides es bastante más alto (13) entre los hombres gais que entre los heterosexuales, lo que no cuadra del todo con lo de la masculinidad heteronormativa.
Sea como fuere, la subida en el consumo de AHS por parte de las chicas y de esteroides entre los chicos deja una recomendación común: conviene "desmedicalizar" y también desdramatizar la vida cotidiana de los jóvenes, empezando por las redes sociales.
(Notas):
(1) https://ojs.sanidad.gob.es/index.php/resp/article/view/173/298
(2) https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0212656722000981
(3) https://www.researchgate.net/publication/232898302_Motherhood_Is_it_good_for_women's_mental_health
(4) https://www.aceprensa.com/sociedad/las-muchas-caras-de-la-soledad-en-el-siglo-xxi/
(5) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29369917/
(6) https://www.emerald.com/books/edited-volume/11702/chapter-abstract/81622091/The-Use-of-Anabolic-Androgenic-Steroids-as-a?redirectedFrom=fulltext
(7) https://ojs.haaj.org/?journal=haaj&page=article&op=view&path%5B%5D=423&path%5B%5D=pdf
(8) https://academic.oup.com/jcem/article/104/4/1069/5096841
(9) https://www.cbc.ca/news/health/anabolic-steroid-use-male-body-dysmorphia-1.7428819
(10) https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2024/dec/28/why-are-my-biceps-so-small-the-boys-and-young-men-turning-to-steroids
(11) https://bmcpublichealth.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12889-024-18292-5
(12) https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC8987401/
(13) https://www.upi.com/Health_News/2014/02/03/Gay-and-bisexual-teenage-boys-more-likely-to-abuse-steroids/UPI-43301391479410/?spt=rln&or=1
(Fernando Rodríguez-Borlado, Aceprensa, 25-11-25)