El 18 de diciembre se celebra el Día Internacional del Migrante, una fecha que nos invita a mirar más allá de fronteras y nacionalidades para reconocer una realidad que forma parte esencial de nuestra identidad como país: España es y ha sido siempre tierra de migrantes. Durante siglos, millones de españoles salieron en busca de oportunidades y encontraron en otros países un lugar donde trabajar, vivir y construir un futuro. Hoy, otros hombres y mujeres llegan a todos los rincones de España con la misma esperanza, la misma determinación y, sobre todo, la misma dignidad.
La situación de los migrantes en España es un reflejo de los desafíos de nuestros tiempo. Muchas personas llegan con sueños intactos pero, también, con un camino lleno de obstáculos: trámites burocráticos lentos, dificultades para acceder a una vivienda digna, ofertas laborales precarias y una realidad social que a veces les recibe con desconfianza o prejuicio. No obstante, a pesar de esas dificultades, su contribución a nuestra economía y a la vida colectiva es rotunda.
Los migrantes trabajan en sectores esenciales sin los cuales el país, simplemente, no podría funcionar, desde la agricultura y la hostelería hasta el cuidado de personas mayores, el transporte, la construcción, los servicios domésticos o la innovación tecnológica. Su presencia sostiene buena parte del tejido productivo; son manos que cosechan, que cuidan, que construyen, que investigan, que emprenden. Son, ante todo, seres humanos que aportan talento, esfuerzo y diversidad cultural.
Gracias a su trabajo, España mantiene su dinamismo demográfico y económico en un contexto de envejecimiento poblacional. Su aporte no es solo económico: es humano, social y cultural. Traen consigo perspectivas nuevas, saberes distintos y una riqueza cultural que nos amplía como sociedad. España necesita la migración, pero necesita aún más gestionarla con justicia, humanidad y visión de futuro.
Sin embargo, quienes migran se enfrentan a penurias que pocas veces imaginamos: precios de alquiler abusivos, dificultad para encontrar vivienda por prejuicios, jornadas extensas por sueldos reducidos, incertidumbre constante con la documentación y la sensación de vivir en un proceso interminable de demostrar su valía. Obstáculos que les desgastan pero que no les detienen porque su deseo de prosperar, de enviar dinero a sus familias, de formarse o de construir una vida en paz es más fuerte que cualquier barrera que puedan encontrar.
Por eso, es responsabilidad de todos dejar de criminalizar la migración. No podemos permitir que se extiendan discursos que presentan a los migrantes como una amenaza. Cuando se señala al vulnerable, se debilita la convivencia. Necesitamos, en cambio, políticas que agilicen los trámites administrativos, que permitan una integración laboral más rápida y justa y que les otorguen herramientas para desarrollarse plenamente en nuestra sociedad: acceso a educación, formación profesional, asesoría legal, vivienda digna y un trato humano en cada institución pública.
También debemos hablar con claridad sobre los actos de xenofobia y discriminación que sufren a diario: insultos en la calle, impedimentos para alquilar un piso por su origen, discriminación laboral, obstáculos en trámites o incluso agresiones físicas. Estas actitudes no representan a la mayoría de la población española, pero existen y dañan profundamente a quienes las sufren y a la sociedad en su conjunto. Combatir la xenofobia no es solo sancionar, es educar. Necesitamos mecanismos de gestión, campañas de concienciación y programas educativos que enseñen a respetar a todas las personas, independientemente de su procedencia, religión o cultura. La convivencia se construye desde el reconocimiento mutuo.
Hablar de migración es hablar de oportunidades, justicia social y futuro; es asumir que España no se fortalece excluyendo, sino integrando; que una sociedad próspera es aquella que sabe acoger, acompañar y ofrecer herramientas para que cada persona dé lo mejor de sí; que cuando un migrante logra estabilidad, empleo y bienestar, no solo gana él: gana todo el país.
En el Día Internacional del Migrante, honremos la memoria de quienes se fueron y la presencia de quienes llegan. Reconozcamos su esfuerzo, dignifiquemos su trabajo y luchemos contra cualquier forma de discriminación. Construyamos una España más justa, más solidaria y más consciente de que la diversidad no es un problema que resolver, sino una riqueza que celebrar.
Porque, en definitiva, la migración no es una carga: es una oportunidad para crecer, aprender y avanzar juntos. Y que nadie olvide esto: cuando cuidamos a quienes llegan, también cuidamos lo que somos; cuando les damos oportunidades, engrandecemos nuestro país; y cuando apostamos por la convivencia, escribimos juntos una historia de la que todos podemos sentirnos orgullosos.
(Manuel Rodríguez, Coordinador de la Plataforma Ayuda Venezuela, Newsletter España Mejor, 05-12-25)