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El peligro para Europa de quedar como una colonia digital bien regulada

Por Francesca Bria, profesora honoraria en el Instituto para la Innovación y el Interés Público del University College de Londres. Autora principal del informe 'EuroStack'

La alternativa es una vía para la autonomía tecnológica y la soberanía digital

Contar con centros de datos propios es una de las claves de la soberanía digital

El control de sistemas como la IA, los datos, los semiconductores, la nube, la alta computación... determina la capacidad de la UE para innovar, actuar con independencia y gobernar según nuestros valores

La soberanía no es hoy solo territorial sino también infraestructural; está cada vez más privatizada y es ejercida por plataformas con poderes similares a los estatales, pero sin rendición de cuentas democrática

Entrenados con datos europeos y con los marcos jurídicos propios, los sistemas de IA reflejarían los valores europeos y reforzarían la autonomía en sectores clave como energía limpia, robótica, aeroespacial...

Corremos el riesgo de convertirnos en consumidores pasivos de tecnologías desarrolladas en otros lugares, regidas por normas que no hemos elaborado y expuestas a decisiones tomadas fuera



La integración europea ha avanzado gracias a una infraestructura estratégica compartida (desde el carbón y el acero hasta el mercado único y el euro), y cada paso ha sido una respuesta a los retos históricos recurriendo a la soberanía compartida y la capacidad colectiva. Hoy en día, a medida que las tecnologías digitales transforman nuestra economía, nuestra seguridad y nuestra democracia, la Unión Europea se enfrenta a su imperativo de integración más urgente: sentar las bases institucionales y tecnológicas de la soberanía digital. Ya no es una cuestión de eficiencia económica, sino que es algo esencial para la autonomía, la resiliencia y la superviviencia democrática.

Las infraestructuras del siglo XXI (los semiconductores, la nube, la inteligencia artificial, los datos y la computación de alto rendimiento) ya no son periféricas a la soberanía, son su fundamento. El control de estos sistemas determina nuestra capacidad para innovar, actuar con independencia y gobernar según nuestros valores. Ahora bien, a pesar del liderazgo de Europa en materia de regulación digital, seguimos dependiendo de proveedores no europeos para las tecnologías sobre las que se basan la salud, la educación, la defensa, las finanzas y la vida ciudadana. Se trata de algo más que un riesgo económico: constituye una vulnerabilidad estructural que pone en peligro la autonomía estratégica de Europa.

Se hace necesaria una nueva economía política de la soberanía digital que equipare la sofisticación jurídica de Europa con una auténtica capacidad tecnológica. La iniciativa EuroStack responde a dicha urgencia. Ofrece un marco integrado para reconstruir la soberanía en todas las capas de la pila digital, en toda la combinación de sistemas, tecnologías y componentes digitales: desde la garantía del acceso a materias primas críticas y la producción de chips avanzados hasta el despliegue de la infraestructura de una nube soberana, espacios de datos compartidos y sistemas tecnointeligentes regidos por el interés público.


Aunque se basa en los instrumentos comunitarios existentes, EuroStack va más allá de las inversiones fragmentadas y el liderazgo regulador. Su ambición es sentar las bases digitales para una Europa democrática, competitiva y autónoma capaz de trazar su propio rumbo en un mundo cada vez más marcado por el realineamiento tecnológico y geopolítico.

- Afrontar las dependencias estratégicas de Europa.

La vulnerabilidad digital de Europa es estructural. En la actualidad, el continente importa más de un 80% de sus servicios digitales, y más de un 70% de su infraestructura en la nube está controlada por proveedores no pertenecientes a la Unión Europea. Eso sitúa una gran cantidad de datos sensibles (que abarcan el ámbito gubernamental, empresarial y social) bajo jurisdicciones extranjeras que no comparten las normas jurídicas y democráticas europeas. Las implicaciones para la soberanía, la seguridad y la autonomía son muy serias.

En medio de semejante dependencia, ha surgido una tendencia preocupante: la apropiación de términos como 'IA soberana' y 'nube soberana' por parte de las mismas compañías que impulsan la concentración mundial. Nvidia califica la expansión de sus unidades de procesamiento gráfico (GPU) en Europa como un proyecto de soberanía, al tiempo que ata a los usuarios a sistemas propietarios. Palantir comercializa "plataformas militares soberanas" por toda la OTAN, pese a que sus herramientas siguen reguladas por la legislación estadounidense. Eso no es soberanía, es 'apariencia de soberanía': un discurso seductor que enmascara la dependencia como empoderamiento, a menudo subvencionado con fondos públicos europeos.

Europa contribuye menos de un 4% a la formación de modelos de IA a escala mundial. Pese a contar con sólidas instituciones de investigación y un dinámico ecosistema de startups, carecemos de capacidad informática soberana, marcos de software de código abierto y acceso estructurado a datos gestionados de forma ética, ingredientes clave para desarrollar una IA acorde con los valores europeos. Los modelos fundacionales se entrenan en el extranjero, en infraestructuras extranjeras, utilizando conjuntos de datos regidos por normas externas. Ello limita nuestra influencia sobre su diseño, sesgo y aplicación. Peor aun, exporta la carga medioambiental: el entrenamiento de grandes modelos consume enormes cantidades de energía y agua procedentes a menudo de regiones ecológicamente frágiles, lo cual constituye una forma de extractivismo digital que concentra el valor y externaliza el daño.

El sector de los semiconductores pone de manifiesto otra capa de fragilidad estratégica. Europa es líder en fotolitografía avanzada (sobre todo, la empresa ASML) y mantiene su fortaleza en el diseño de chips industriales y para automóviles. Sin embargo, carecemos de escala de producción y de resiliencia en la cadena de suministro. Nuestra cuota de la producción mundial ha caído por debajo de un 9%, lo que nos hace vulnerables a las crisis y los cuellos de botella en materias primas críticas como el galio, el litio, el cobalto y las tierras raras, recursos que hoy son utilizados como armas mediante los controles de exportación y la influencia geopolítica. Esas dependencias no son abstractas.

La guerra en Ucrania, el sabotaje de cables submarinos y el papel de las plataformas privadas en la comunicación sobre conflictos ponen de manifiesto que la infraestructura digital se ha convertido ahora en un nuevo frente de la confrontación geopolítica. Sin control sobre esos sitemas, Europa no puede proteger su resiliencia económica, su integridad institucional ni su vida democrática. Estamos entrando en un nuevo orden tecnopolítico donde la soberanía no es solo territorial, sino también infraestructural; está cada vez más privatizada y es ejercida por plataformas con poderes similares a los estatales, pero sin rendición de cuentas democrática.

- Del liderazgo regulador a la capacidad soberana.

Europa se ha situado a la vanguardia mundial en materia de regulación digital progresista. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) estableció normas mundiales para la protección de datos, empoderando a los ciudadanos y remodelando las prácticas empresariales. La Ley de Mercados Digitales (DMA) y la Ley de Inteligencia Artificial reafirman el compromiso de Europa con la transparencia, la equidad y el interés público. Sin embargo, la regulación sin la infraestructura correspondiente no es suficiente. No podemos gobernar lo que no construimos ni controlamos.

Tal es la idea que impulsa EuroStack. Su objetivo es que Europa vaya más allá de un enfoque meramente regulador y se dote de la capacidad tecnológica necesaria para configurar su futuro digital. No se trata de proteccionismo, ni de un llamamiento a imitar estrategias industriales centralizadas y dirigidas por el Estado, ni tampoco de un repliegue sobre el tecnonacionalismo. EuroStack defiende un modelo claramente europeo: un enfoque federado y basado en los derechos que se nutre de la diversidad, las fortalezas industriales, las instituciones públicas y los valores democráticos y ecológicos del continente.

Eso requiere una inversión sostenida en infraestructuras digitales públicas, un fuerte apoyo a las capacidades industriales estratégicas y una acción coordinada entre los estados miembros y los distintos sectores. La pila digital ofrece una hoja de ruta coherente para la política industrial europea: un enfoque por capas que comienza por garantizar el acceso a las materias primas críticas y potenciar las capacidades de Europa en materia de chips avanzados pasa por el desarrollo de una nube soberana e infraestructuras informáticas públicas y culmina en sistemas de IA al servicio de las prioridades sociales y la renovación industrial europea.

- Misión estratégica para una Europa digital soberana.

La soberanía digital de Europa se basa en dos misiones interrelacionadas: crear servicios públicos digitales fiables y desarrollar la capacidad de producir y gobernar la IA de acuerdo con el interés público como base para la renovación industrial. No son ambiciones abstractas, sino imperativos concretos. Si se persiguen con visión y determinación, pueden afianzar la transición digital de Europa en la legitimidad democrática, la resiliencia económica y la autonomía estratégica.

La primera misión es el despliegue y la adopción de la cartera europea de identidad digital y el euro digital. No son meras mejoras administrativas, sino que constituyen la base para un acceso seguro y controlado por los ciudadanos a los servicios públicos y para restaurar la soberanía monetaria en una época digital con un creciente dominio de monedas controladas por plataformas y emitidas de forma privada. El Banco Central Europeo ha advertido de que, sin una alternativa pública soberana, la eurozona corre el riesgo de una fragmentación en su sistema de pagos y de perder el control monetario. El auge no regulado de las criptomonedas estables y la regulación extranjera (ejemplificada por la Ley GENIUS de Estados Unidos) amenazan la estabilidad del espacio monetario europeo. En semejante contexto, el euro digital constituye una necesidad geoestratégica: una infraestructura de dinero público para la época digital, anclada en las instituciones democráticas y la legislación comunitaria.

Sin embargo, ni el euro digital ni la cartera de identidad digital podrán cumplir su promesa si se ponen en práctica sobre una infraestructura controlada por terceros. La confianza en esos sistemas depende de su conformidad con la legislación comunitaria, la supervición democrática y la autonomía operativa. La soberanía no se puede subcontratar. Una plaza pública digital europea construida sobre servidores regidos por normas corporativas opacas o vulnerables a órdenes ejecutivas extranjeras es incompatible con la verdadera autodeterminación.

La segunda misión fundamental es desarrollar capacidades soberanas europeas en materia de IA. Europa no solo debe participar en la carrera mundial por la IA, sino que debe configurarla de acuerdo con sus propios principios y prioridades. La capacidad de crear y gobernar una IA avanzada es indisocialbe de la competitividad económica, el control democrático y la capacidad de acción geopolítica. Sin embargo, Europa sigue rezagada en ámbitos clave: somos responsables de una pequeña parte de la formación de modelos a escala mundial y carecemos de acceso a la capacidad informática y a los datos necesarios para ampliar la IA en nuestros propios términos. La mayoría de los modelos fundacionales se entrenan con conjuntos de datos seleccionados en el extranjero y alojados en infraestructuras regidas por normas no europeas.

La respuesta de Europa debe ser estratégica y estructural. Una red de fábricas y laboratorios de IA deberían actuar como centros de excelencia distribuidos y combinar la computación de alto rendimiento, la experiencia científica y el acceso a datos gestionados de forma ética. Esos centros no replicarían modelos extractivos desarrollados en otros lugares, sino que crearían una IA sostenible y orientada a misiones acordes con las prioridades de Europa: optimizar las redes energéticas, predecir incendios forestales, reforzar los sistemas alimentarios, mejorar la asistencia sanitaria y modernizar los servicios públicos. Aunque se adaptarían a las fortalezas nacionales (por ejemplo, la IA industrial de Alemania, los modelos de vanguardia de Francia o la investigación en tecnología profunda de España), esos centros deberían coordinarse en el marco de una estrategia industrial europea de una IA con visión de futuro. Entrenados con datos europeos e integrados en los marcos jurídicos comunitarios, esos sistemas reflejarían los valores europeos y reforzarían la autonomía en sectores clave: energía limpia, robótica, sector aeroespacial, agrotecnología y biotecnología.

- Constuir la infraestructura soberana de Europa: nube, computación y datos.

Las misiones digitales de Europa (los servicios públicos digitales soberanos y la excelencia industrial en IA) dependen del control de las infraestructuras que las sustentan.

Estas contituyen la columna vertebral de un modelo europeo de autonomía tecnológica que vincula la gobernanza democrática con la renovación industrial. La soberanía digital requiere inversiones en una pila digital europea común basada en tres ejes: computación pública, nube soberana e infraestructuras de datos soberanas diseñadas para el desarrollo de la IA y la creación de valor público.

La red europea de computación de alto rendimiento debe evolucionar hacia un servicio público federado. Los centros de Barcelona, Bolonia y Jülich ofrecen actualmente una capacidad significativa, pero el acceso es fragmentado y la coordinación limitada. La computación ya no es una herramienta de nichos científicos, sino un activo estratégico. El acceso abierto para los investigadores, las pymes, los organismos públicos y la industria resulta fundamental para avanzar en una IA alineada con las misiones públicas.

El segundo eje es una infraestructura de nube soberana. Proyectos como Gaia-X sentaron las bases para la gobernanza, pero ahora Europa debe ampliar sus capacidades y ofrecer plataformas operativas para los servicios públicos y las industrias clave. Una nube federada, segura y con base en la Unión Europea es esencial para desplegar la IA y los sistemas basados en datos en los ámbitos de la salud, la justicia, la defensa y las finanzas. Sin ella, persistirá la dependencia de los hiperescaladores extranjeros, lo que socavará la autonomía estratégica.

Igualmente crítico es el desarrollo de espacios de datos europeos federados. Organizados en ámbitos como la energía, la movilidad, la agricultura, la salud y la fabricación industrial, dichos espacios permiten compartir sin centralización datos de forma segura y respetuosa con la privacidad. El liderazgo histórico de Europa en tecnologías de mejora de la privacidad y criptografía le confiere una ventaja comparativa en ese ámbito. En lugar de replicar modelos basados en la vigilancia que concentran el poder y alimentan la desinformación, Europa puede encabezar la construcción de una economía de datos basada en la confianza, la transparencia y el control democrático. Esas infraestructuras de datos son también facilitadoras esenciales de las alianzas industriales y los ecosistemas nacientes: en particular, para las pymes y las empresas de tecnología avanzada que dependen de datos seguros, interoperables y de alta calidad para crecer de forma responsable e innovar en interés público.

La soberanía digital también debe alinearse con las crecientes ambiciones de Europa en materia de tecnologías de doble uso y de defensa. La pila digital debe interactuar con capacidades estratégicas como el sistema seguro de satélites IRIS, las redes cuánticas y las herramientas de ciberdefensa. A medida que la infraestructura digital se militariza cada vez más, se va difuminando la frontera entre los ámbitos civil y de defensa. Garantizar la interoperabilidad, la seguridad y la responsabilidad democrática en todo ese espectro resulta esencial para proteger la soberanía nacional y la resiliencia operativa.

- Reforma institucional e inversión estratégica: impulsar la transición.

Hacer realidad la visión de EuroStack exige algo más que ambición: requiere la capacidad institucional y financiera para hacer coincidir los objetivos estratégicos de Europa con medidas decisivas.

En el corazón de dicha estrategia se encuentra el Fondo Europeo de Tecnología Soberana, con un presupuesto inicial de 100.000 millones de euros. Dicho vehículo de inversión a largo plazo conectaría las infraestructuras, las capacidades y la escalabilidad de los líderes en tecnología profunda. Apoyaría la nube soberana, la computación pública y los laboratorios de misiones de IA, al tiempo que ayudaría a las scaleups más prometedoras de Europa a crecer dentro de un marco de gobernanza democrática. Hoy en día, casi un tercio de nuestras startups con alto potencial son adquiridas por inversores extranjeros, lo que traslada su valor y control al extranjero. El fondo proporcionaría el capital estratégico necesario para mantener el liderazgo tecnológico y afianzar la innovación en Europa.

Este enfoque se basa en iniciativas existentes de la UE, pero va más allá y consolida herramientas fragmentadas en un marco orientado a misiones que integra la soberanía en las decisiones de inversión. En un mundo marcado por los controles a la exportación y las cadenas de suministro usadas como armas, resulta esencial alinear los instrumentos financieron con las prioridades estratégicas. La contratación estratégica también debe reestructurarse como palanca de autonomía. Las compras colectivas comunitarias, que representan casi un 14% del PIB, están infrautilizadas. Una estrategía de 'comprar europeo' en infraestructuras críticas, respaldada por criterios que favorezcan las normas abiertas, la sostenibilidad y la interoperabilidad, apoyaría a los proveedores europeos que despliguen soluciones soberanas, reduciría la dependencia y crearía capacidad a largo plazo. No se trata de proteccionismo, sino del uso inteligente de la demanda pública para catalizar la innovación y reforzas las cadenas de suministros fiables.

La capacidad institucional debe evolucionar en paralelo. Una Agencia Tecnológica Soberana Europea, inspirada en la DARPA pero adaptada a la Unión Europea, podría actuar como motor operativo de EuroStack. Coordinaría la ejecución de programas en los ámbitos de lo digital, la industria, la defensa y la investigación, y garantizaría que la I+D pública proporcionara capacidades estratégicas para la seguridad y la competitividad.

En conjunto, dichas reformas constituyen un marco coherente: un Fondo Europeo de Tecnología Soberana para afianzar las capacidades y la inversión, un sistema de contratación pública reformado para crear demanda y reducir la dependencia, y una agencia específica para impulsar la coordinación y la ejecución. EuroStack es la arquitectura. Esas son las palancas para construirla.

- Completar el proyecto europeo en la época digital.

Las apuestas no podrían ser más elevadas. Sin una infraestructura digital soberana, Europa no está en condiciones de defender sus valores, proteger la democracia ni actuar como una potencia mundial creíble. La dependencia tecnológica genera vulnerabilidad política, debilita nuestra autonomía jurídica y pone en riesgo la parálisis estratégica. Corremos el riesgo de convertirnos en consumidores pasivos de tecnologías desarrolladas en otros lugares, regidas por normas que no hemos elaborado y expuestas a decisiones tomadas fuera de nuestras fronteras. Una 'colonia digital bien regulada': inteligente, quizás, pero estratégicamente irrelevante en una época dominada por el tecnonacionalismo, el autoritarismo digital y las cadenas de suministro convertidas en armas.

Ahora bien, el actual momento de riesgo es también un momento de profundas posibilidades. Europa cuenta con activos inigualables: liderazgo regulador mundial, excelencia científica, instituciones públicas sólidas y fundamentos democráticos resilientes. Tenemos la capacidad de trazar una tercera vía que no sea ni la soberanía privatizada y extractiva de Silicon Valley ni el tecnoestatismo autoritario de China.

A través de EuroStack, Europa puede ofrecer al mundo una alternativa digital democrática, basada en los derechos fundamentales, la defensa de la democracia y la responsabilidad ecológica. Este modelo debe basarse en la cooperación, la apertura y el control democrático. Requiere repensar el comercio, reorientar la política industrial y forjar asociaciones equitativas (en particular, con el Sur Global) para construir una alternativa digital plural y no extractiva. Debemos desarrollar tecnologías de interés público y construir infraestructuras digitales gobernadas por instituciones democráticas, no por monopolios privados.

Al igual que construimos el mercado único y una modena común, ahora debemos construir los cimientos digitales de nuestra soberanía colectiva.

EuroStack no es solo una hoja de ruta técnica, es un compromiso político. Un compromiso con una Europa que dé ejemplo: democrática, inclusiva, ecológica y tecnológicamente soberana. Una Europa que no defina su futuro digital reaccionando ante otros, sino construyéndolo y compartiéndolo con el mundo; no como una fortaleza, sino como un bien común digital.

(Francesca Bria, Vanguardia Dossier, La Vanguardia 21-11-25)

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